25 de diciembre de 2012

Brindis

   Estas fiestas de fin de año están llenas de burbujas repletas de deseos huecos e incluso hipócritas. Yo, sin embargo, quiero hacer uno  sincero y apasionado. Brindo por los políticos y banqueros de nuestro país, brillantes hasta el máximo al desguazar en un tiempo récord la clase media para transformar la sociedad por completo. Por haber conseguido mano de obra barata, incluso gratuita, lo que nos hará mucho más competitivos. Por desmantelar también con una rapidez sorprendente el estado del bienestar, después de haberlo forjado durante tantas décadas de lucha. Por conseguir que se vuelva a cantar en las manifestaciones  "el hijo del obrero a la universidad", lema perdido en nuestro país desde los años ochenta. Por eliminar la atención a la diversidad de la educación, que solo falta ya que todos tengan las mismas oportunidades y que todos sean atendidos según sus necesidades, a quién se le ocurre. Por dinamitar los pilares de nuestra sanidad pública para entregarla a sus amigos, que no van  a ahorrar nada, pero se van  a forrar y van a repartirles buenas comisiones. Por conseguir que mucha gente vea por fin que los dos partidos mayoritarios hacen la misma política económica, una política económica que es la auténtica madre del cordero, del cordero que se comen ellos solitos. Por empujar a los policias municipales de Madrid -gentes al servicio de la ley- a repartir octavillas entre la población pidiendo perdón por no detener a los políticos y a los banqueros de nuestro país.
   Por engañar  a las viejas para que no puedan recuperar su dinero, que luego se lo gastan en ir a Benidorm o en cualquier tontería, en el banco estará seguro hasta el año 3000. Por robar  los pisos y arruinar a muchos miles de familias para el resto de su vida, no piensen que todo el mundo tiene derecho a una vivienda, ¡qué tontería!; os vendimos los créditos que nos dio la gana y os quitamos los pisos cuando nos apetece. Por hacer comprender a los españoles que un banquero no puede ser tu amigo, sino un depredador sin escrúpulos.
   Por provocar la aparición del 15M y de los yayoflautas, esperanza e ilusión. Por conseguir que se movilicen jueces, abogados y médicos, gentes de orden y paz que nunca sospecharon que iban a tirarse a la calle, ¡bienvenidos! Por agudizar el ingenio de los españoles a la hora de protestar en las manifestaciones y poder reírnos con esas pancartas tan divertidas. Por estimular el espírito solidario de la gente y poder conmoverte con tanta generosidad, a los españoles no nos gana nadie a solidaridad, aquí se creó el Quijote.
   Por eso y muchas razones más, yo brindo por nuestros políticos y banqueros para que recobren la conciencia perdida con el dinero y los privilegios, y se retuerzan hasta el paroxismo por remordimientos pavorosos durante el resto de su vida.

15 de diciembre de 2012

Steak tartare

    La primera vez que vi un steak tartare fue en Pau. Una guía de viajes me empujó hasta el interior de un restaurante, cuya especialidad era el mencionado plato. No tardé mucho -jaleado por mi espíritu curioso- en escogerlo para la cena, donde fueres haz lo que vieres. Yo no sabía de la existencia de semejante guiso, escrito sea con guasa. Y no lo prepararon delante de mí, como es costumbre, sino en una mesa cercana y, por lo tanto, no podía ver bien su preparación. Así que mi cara al ver delante de mí el famoso plato debió ser el objetivo ansiado por cualquier fotógrafo avezado. ¡Carne cruda!
   Momentos de vacilación, de duda. Es necesario un punto y aparte.
   Pues vaya con el platito, pues habrá que probarlo, pues sí. Otro punto y aparte.
   Y pellizqué un poco con el tenedor. Y lo probé. Y no estaba mal. Y otro poco. Y más. Y así me lo fui comiendo, saboreándolo cada vez mejor y sorprendiéndome también cuánto llenaba.
   Hoy es un plato que pido con normalidad en algunos locales de absoluta confianza y me parece una exquisitez, eliminado el siempre negativo miedo a lo desconocido.
   La historia y la leyenda cuentan que los guerreros mongoles colocaban carne cruda picada debajo de la silla de sus caballos y, al finalizar el día, lo comían aliñado. Hay otra versión menos culinaria; tan solo era un remedio para curar las heridas de las monturas. La primera visión cobra verosimilitud al leer a Marco Polo en su Libro de viajes:
   "Los indígenas comen carne cruda, de pollos, de carneros y de búfalo. Los pobres van a la carnicería, cogen el hígado crudo tal como cuelga del animal, lo cortan en trocitos, comiéndolos con una salsa de ajo. Y así comen las demás carnes. Y los nobles también comen carne cruda, pero la hacen picar y preparar con salsa de ajos y especias y la devoran con fruición, como nosotros la carne cocida".
   Parece ser el antecedente de las hamburguesas, ese plato vulgarizado hoy por las grandes cadenas americanas de comida rápida, previo paso por nuestra Europa.
   El steak tartare es un plato bastante literario porque aparece en varias obras; en Miguel Strogoff de Julio Verne o en El Conde de Montecristo de Alejandro Dumas. Será por las posibilidades que ofrece; en una cena siempre cobra protagonismo y se convierte en el centro de atención de la mesa, la charla gira en torno a él pues despierta pasiones y temores, entusiasmo y rechazo. Pero tengo una duda; no sé si es una comida muy primitiva o rabiosamente moderna.


5 de diciembre de 2012

Tolivia

   Cerca del límite entre Asturias y León, en la orilla del río Sella, nace una senda imposible que llega a un pueblo inverosímil. Y es que el camino, dificultoso y arduo, parece sacado del mismo Tíbet. Senda estrecha, caídas de pendiente inquietante; una subida que te hace preguntar a cada rato: ¿pero cómo hicieron un pueblo allí arriba? Pues no lo sé. El caso es que Tolivia lleva varias décadas abandonado y nadie de la expedición se preguntó la razón de esto último, era evidente. El paisaje es maravilloso y la llegada a la aldea perdida -mucho más perdida que la de Palacio Valdés- tuvo algo de descubrimiento y de irrupción en un lugar sagrado en el que no nos correspondía penetrar. Nos recibió una pequeña iglesia con su diminuto cementario, en el que una solitaria lápida nos admitió con frialdad. Las casas en ruinas parecían el decorado de una novela llena de nostalgia, pena y tristeza, un libro no apto para momentos de melancolía. Pero el entorno es tan bello que probablemente la citada obra albergaría una historia plena de vida, donde los sentimientos fueran protagonistas y la pasión se convirtiera en un catalizador de la narración. Solo faltaba el susurro inquietante de un Pedro Páramo norteño.
 Cuando los vericuetos del camino lo permiten, el descenso es un mirador permanente de vistas panorámicas, un alarde de la naturaleza.
   Al llegar a casa, me repuse del cansancio con unos higos, alimento de atletas y filósofos, según Platón. Y es que en la Grecia clásica, cuando fundaban una nueva ciudad, se plantaba una higuera para señalar el lugar de reunión de los ancianos, portadores de la sabiduría. Era tan importante este fruta que había una casta de sacerdotes, los sicofantes, cuya función era anunciar de forma oficial su maduración. También denunciaban su contrabando y la palabra extendió su significado a toda clase de delatores, impostores y calumniadores.
   Una buena forma de recuperarse del esfuerzo; evocar lo visto para no olvidarlo.








25 de noviembre de 2012

El bacalao que no comimos y los Pink Floyd que no vimos

   Íbamos a un concierto camino de Bilbao,  cuando nos dejó tirados nada más salir el troncomóvil de David, probablemente el coche más incómodo producido por la industria del automóvil desde sus orígenes hasta nuestros días. Y ya se sabe: llamar al seguro, esperar la grúa, cambio de vehículo. Resumiendo, que llegamos con el tiempo justo y no nos pudimos comer el magnífico bacalao al pil pil del Restaurante Kepa Landa. Y no es poca pérdida y desgracia porque lo preparan de maravilla y yo lo llevaba disfrutando todo el día. Es más bien una cafetería, donde preparan pocos platos pero con un resultado magnífico. Su tortilla ha ganado unos cuantos premios y es extraordinaria. También su ensalada de tomate y sus boquerones son excelentes. Así que nos comimos unos pinchos deprisa y corriendo y nos metimos en el Café Antzokia. Este local es un antiguo cine convertido en restaurante y sala de conciertos. Se han retirado las butacas y ofrece una programación muy interesante. Destaca por la acústica y el buen ambiente. Probablemente sea la mejor sala de conciertos  que conozco. Tocaban los Pink Tones, un grupo español que recrea la música de los míticos Pink Floyd y que pretende recuperar con pasión sus conciertos. Y lo consigue sin ninguna duda. Cuando ves a unos músicos como estos disfrutar así sobre el escenario, el resultado es inequívoco: un público enardecido por la música que marcó a muchas generaciones y absolutamente feliz, es posible incluso que demasiado feliz, jeje.
   Tres horas de música -¡que tomen nota otros músicos consagrados!- inolvidables escuchando esos temas que hemos oído tantas y tantas veces durante tantos y tantos años. Y aunque no vimos a los Pink Floyd, sí que los escuchamos.





                        

15 de noviembre de 2012

Los Llaureles

   Caminando desde Torazo, un bellísimo pueblo del oriente asturiano, llegamos a un afable alojamiento rural, Los Llaureles. Ellos mismos restauraron una vieja casa y la han convertido en una acogedora posada. Más tarde construyeron con sus propias manos y con la ayuda de un libro -así me lo contaron, así lo escribo- un precioso restaurante. La filosofía es ofrecerte un menú largo y estrecho, donde tú escoges solo la bebida. Igual que el local, los platos rezuman delicadeza y fundamentos perfectos para restaurar el estómago y el espíritu, pues aquí no solo se viene a comer, sino en busca de un escenario ideal para hacerlo.
   En la Francia del siglo XVIII se asentaron los restaurantes. Era frecuente encontrar entonces un menú cerrado sin posiblidad de escoger en una carta. Ahora, muchos restauradores parecen recoger aquel testigo e incorporar esta moda. Algunos la rechazan porque su gusto no admite muchos platos y a otros nos apasiona porque ofrece sorpresa y permite reconocer el estilo del cocinero de forma manifiesta. Es imposible resolver todos los platos con brillantez y no todos pueden ser del agrado del chef. Una carta con cien ofertas tiene a la fuerza que ser desigual en sus resultados. Sin embargo, cuando nos ofrecen un menú, además de ser productos  de temporada, se adapta a las características y gusto del jefe de cocina. También facilita la gestión económica y debería notarse favorablemente en la cuenta final.
   Aquí te explican los diferentes bocados con calma. La originalidad podría constituir su denominación de origen, acompañada de un sentido lúdico. Solo se puede ir con reserva y admiten un número limtado de comensales, lo que permite mimar el producto y al cliente. Las vistas desde la terraza son aún más directas y acogen con facilidad tertulias y  reflexión. No se lo pierdan.





  

5 de noviembre de 2012

Chocolat

   Chocolat es una película del año 2000 basada en la novela homónima de Joanne Harris. Una mujer y su hija llegan a un pueblo francés de vida muy tradicional para montar una chocolatería. Es una intromisión y un choque para los habitantes acostumbrados a un paisaje humano monocolor, o mejor dicho, en blanco y negro. Porque el color lo pone la forastera con su alegría y su pasión por la vida. Lo hace a través del chocolate, aunque esto no es más que una disculpa para vivir con intensidad. La gastronomía es una de las muchas dimensiones de la vida. Aquí cada uno se proyecta y muestra su capacidad de entusiasmo o de apatía. 
   Por si fuera poca la tirantez, llegan en un barco unos jóvenes de vida bohemia y acaban de catalizar los instintos más primarios de la población local. Los nómadas siempre han sido considerados muy peligrosos por la sociedad. No necesitan bienes materiales, pues solo son un estorbo en sus desplazamientos, mucho menos aprecian el lujo y no solo no lo necesitan, sino que lo desprecian. Algo intolerable para quienes han dedicado sus vidas a acumular bienes. Además, no entienden la especulación, no tienen prejuicios y son libres, grave peligro en esta sociedad inmovilizada por estereotipos y repleta de convencionalismos absurdos que la impiden evolucionar. Escribió en su día Julio Caro Baroja sobre los pueblos malditos -Vaqueiros y Pasiegos entre otros-, marginados en su entorno porque llevaban una vida trashumante y alejada de las convenciones habituales. Siempre cargaban con todas las culpas porque "es difícil estar a la altura de lo que los demás esperan de nosotros", como afirma un personaje de Chocolat, al ser interrogado sobre la posibilidad de llevar una vida usual.
   La protagonista de la película afirma con pesar que "No es nada fácil ser diferente". Ni lo será nunca. El gran mérito de esta película es contarnos todo esto e impregnar un aroma de cuento de hadas aunque, como en todo buen cuento, hay momentos de una tensión extrema. Y además consigue que nos enamoremos del chocolate...y de la vida.











25 de octubre de 2012

Zumos en Estambul

   Estambul es una ciudad inolvidable y el viajero con la suerte de haber paseado por sus calles es un privilegiado. Las esporas que ha ido emitiendo la historia a lo largo de los siglos le ha proporcionado un aura que va más allá de la belleza de sus monumentos o del enclave agraciado que disfruta. El bósforo envuelve la capital turca y la hace única. Es imprescindible  pasear en barco por el estrecho, mejor en el transporte de los ciudadanos que van de un continente a otro para ir al trabajo. Además de mucho más barato, estás rodeado de la vida cotidiana, no de los turistas de los cruceros que encontrarás sin pretenderlo en los muelles. La vista de la urbe desde el Estrecho del Bósforo es impresionante y queda atrapada en la retina para siempre. Volviendo de la parte asiática de la ciudad pude recitar la Canción del Pirata de Espronceda, aprendida de niño en algún pupitre afortunado. Un placer ganso.
   Al finalizar de patear cada día la ciudad nos sentábamos en un bar con un rincón dedicado a las frutas y  verduras locales, donde podías escoger las que quisieras  para que te hicieran un zumo. En muchos países no desarrollados encuentras con facilidad este tipo de establecimientos, muchas veces son puestos callejeros. En el nuestro resulta muy difícil que alguien te prepare un zumo natural, únicamente de naranja. El resto de las frutas parecen no existir, salvo en botes de líquidos adulterados. Parece que el progreso consiste en abrir una botellita proveniente de una gran fábrica. En nuestra búsqueda del bienestar algo hemos perdido por el camino.
   En este estableciniento nos atendía con entusiasmo un joven turco. Estaba aprendiendo español y echaba mano al bolsillo de atrás de su pantalón, donde llevaba un pequeño diccionario bilingüe de español y turco, siempre que tenía una duda. Una amplia sonrisa nos anunciaba que había encontrado la palabra perdida. Todos los días le dejaba una propinilla y el último nos despedimos y le dejé una buena propina. Se negó a aceptarla alegando que había sido un placer hablar con nosotros esos días. La pregunta es inevitable: ¿quién es más rico? Nos costaría mucho volver a una sociedad menos desarrollada que la nuestra pero, desde luego, en este supuesto progreso que hemos tenido en las últimas décadas algo hemos perdido por el camino. Algo importante. ¡Vaya!, acabo de repetir la misma expresión que hace unas líneas. ¿Será casualidad?







  


15 de octubre de 2012

La leyenda del Pizá

   El pasado mes de septiembre cerró el Restaurante Pizá, inspirador de este blog. Somos muchos los que lo sentimos porque era un rincón gastronómico único. Cocina de excelente calidad a precios muy asequibles es un enunciado que no se pronuncia con facilidad. La vulgaridad se ha extendido por doquier y es difícil que un local permanezca en el recuerdo...debido a causas positivas. Espero que la parada sea técnica y vuelvan en un futuro no muy lejano. Es con diferencia el artículo más leído de este blog, por algo será. El tiempo lo irá idealizando paso a paso porque ha muerto un restaurante, pero acaba de nacer una leyenda. La leyenda del Pizá.


5 de octubre de 2012

Pacharán de Covalanas

   Después del viaje al Valle del Pas, nuestros amigos decidieron hacer de guías y organizar un periplo por diversas cuevas. El punto de partida fue la Cueva de Covalanas, situada en un lugar pintoresco, cerca de Ramales de la Victoria en el oriente de Cantabria, al que se accede por una empinada cuesta. La gruta es angosta pero solo éramos seis personas y resultaba cómoda. Las pinturas son sencillas a primera vista pero, a medida que la visita avanzaba y la guía se iba emocionando motivada por nuestro interés, resultó fascinante. Imposible describir la belleza y complejidad que nos empujó a unos momentos de intensidad estética difíciles de repetir. Nuestra anfitriona se unió a nuestro entusiasmo, se le pasó la hora e invadimos el tiempo del siguiente turno. Joan Miró fue a ver las pinturas de Altamira en busca de inspiración para unos murales prehistóricos. Al finalizar el paseo por el pasado remoto fue contundente: "El arte está en decadencia desde la cueva de Altamira".  Y al salir de Covalanas, era imposible no estar de acuerdo con el maestro catalán y rendirse ante la belleza de este arte singular.
   Javier hace pacharán todos los años con resultados magníficos. Como la pasión que pone en todo lo que hace es contagiosa, estaba ya medio convencido para probar a elaborarlo yo también. Al bajar de la cueva encontramos unas endrinas y me puse a recogerlas. El gorro sirvió de cesta improvisada para lo que será el Pacharán de Covalanas. 
   En Ramales de la Victoria teníamos la siguiente parada, la Cueva de Cullalvera. Es una cavidad de enormes dimensiones destrozada con atracciones turísticas. Un audiovisual insustancial a la entrada ya te previene de lo que puedes encontrar. Pero, en este caso, todo fue a peor, y además de una hiriente voz que te acompaña durante el trayecto, el remate final es una fuente que suelta agua al ritmo de la música. Alguien pensó un día que esta patochada era ingeniosa. ¡Increíble! 
    Salimos decepcionados y soltamos unos cuantos improperios para desahogarnos. Menos mal que unos obreros de mantenimiento nos recomendaron ir a comer a un restaurante, Ronquillo, que nos hizo olvidar lo relatado. Un descubrimiento que habrá que volver a visitar. Una sopa de melón sorprendente, unos caricos excelentes y un pastel de costilla soberbio tienen la culpa. 
    La última cita de la jornada era la Cueva Pozalagua, en la vecina Vizcaya. Una exhibición y alarde de estalactitas y estalagmitas que te deja anonadado ante tanta belleza. La sala Versalles es un lugar único y extraordinario, la naturaleza ha labrado en silencio durante miles de años una obra de ensueño. Inolvidable. 
    Enterado de que la endrina contiene vitamina C, es un fruto tónico y fortalece el estómago, ya no tuve ninguna duda; el pacharán está en marcha y dentro de unos meses lo probaremos. 

Las fotos son de Javier



25 de septiembre de 2012

Arte, paisaje y cuchara en el Valle del Pas


  Tengo la costumbre de llevar de excursión a mis amigos por el Valle del Pas para mostrarles esa maravilla y compartirla con ellos. Siempre tiene mucho éxito, claro que la capacidad de entusiasmo no es similar en todos y eso se nota. Igual que en un concierto el público influye en sus desarrollo, aquí una reacción positiva cataliza el viaje de forma ilimitada. Porque no hay grandes y pequeños viajes, la mayor aventura puede estar a la vuelta de la esquina. Y esta vez la encontramos.   La primera parada es el Palacio de Soñanes en Villacarriedo, un magnífico palacio barroco. Su excelente restauración exterior e interior llega a su máxima expresión en la cúpula pintada por Roberto Orallo. Nunca me canso de verla. Una y otra vez. Y siempre me sorprende y maravilla. Es un mural que ocupa el altillo y la cúpula de una escalera realmente hermosa. Orallo colocó con delicadeza una guinda en lo más alto, una puerta abierta al cielo conmovedor. Pinturas creadas con  la  ingenuidad inmaculada y el talento en su máxima expresión, con la mirada de un niño, con la ilusión radiante de la emoción, con la pasión de un aprendiz, con amabilidad y sosiego. Uno se relaja y a nadie le sorprendería que se abriese la mencionada cúpula y ascendiésemos al infinito. Cualquier día o noche puede ocurrir.
   Predispuestos a absorber el resto del viaje por poros antes desconocidos, paramos en la cercana Selaya para abastecernos de sobaos y quesadas, que no solo hay que cuidar el espíritu; el cuerpo también necesita cuidados. Ascendemos el Puerto de la Braguía sin perder un detalle del paisaje. Llegamos a Vega de Pas y nos acercamos al Restaurante Mexico -el reloj se paró hace tanto tiempo que ya nadie sabe cuándo ocurrió-  y nos comemos un estupendo cocido montañes. A medida que el cuenco iba rebajando su nivel de comida, descubrimos una mina submarina en forma de morcilla, difícil de atrapar en aquel inmenso mar de colesterol. No serán alimentos muy sanos para el organismo pero nuestro ánimo se alegró con profusión de este encuentro culinario. Y ya sabemos  que, ante todo, somos mente. 
  Después de comer nos acercamos a la estación fantasma del Ferrocarril Santander-Mediterráneo. Fue un  proyecto diseñado y ejecutado en la posguerra para unir por tren la capital cántabra con Sagunto. Se empezaron unas obras que nunca se finalizaron. Aquí podemos encontrar la estación sin estrenar en estado lamentable, diversas ruinas de edificios y varios túneles, incluido el de La Engaña de siete kilómetros de longitud, una obra faraónica para su época. Y donde hay faraones, encontramos siempre esclavos para satisfacer sus caprichos. Aquí fueron presos republicanos; dejaron su sudor y su sangre en este disparate nacional aún desconocido en nuestro país y que alguien debería divulgar con la vehemencia adecuada. A pesar del cocido y del calor recorrimos el largo trayecto -el viajero no se detiene ante nada- hasta la boca del túnel y encontramos un frío húmedo, lúgubre y estremecedor. Sería el eco de tanto sufrimiento.
   Subimos el puerto Estacas de Trueba y bajamos el de Lunada, en medio de paisajes idílicos de una fertilidad inusitada; una tierra que ha forjado al pueblo pasiego, siempre enigmático y fascinante. Entramos en otra villa pasiega, San Roque de Riomiera. Alrededor de una mesa en la calle calmamos la sed y descansamos en este pueblo, donde la prisa es una especie animal desconocida. Tertulia, satisfacción y sonrisas.

Todas las fotos son de mi amigo y compañero de viajes, Javier.








15 de septiembre de 2012

La Tomatina

   Siempre me ha resultado desagradable ver tirar comida. Puede ser una cuestión cultural o de sensibilidad, no lo sé. En todo caso, hoy al reflexionar sobre el tema, me reafirmo  en la postura más que nunca en estos momentos de crisis a la puerta de casa. Lo que estéticamente rechazo,  la ética lo confirma de forma cartesiana; ética y estética siempre unidas.
Se entenderá, por tanto, con facilidad que el espéctaculo anual de La Tomatina me resulte incómodo. Por si hay algún despistado, reseñaré con brevedad que es una fiesta celebrada al final del verano en el pueblo valenciano de Buñol, en la que durante una hora se tirán desde varios camiones toneladas de tomates. El resultado es una afluencia masiva de gente acelerada para ser embadurnada y asimismo poder impregnar de este fruto a todo individuo que ose cruzarse en su camino. Parece que les resulta apasionante. Vienen turistas de todo el mundo, sobre todo de Japón y Australia. Los primeros ya se sabe que se enganchan con facilidad de las costumbres ajenas, cuanto más exóticas o estrafalarias mejor. Y los segundos, no sé si serán los mismos que acuden a los Sanfermines pamplonicas y han creado la costumbre, ahora ya tradición, de tirarse de cabeza desde lo alto de una fuente, con altas dosis de alcohol en las venas y frecuentes batacazos. Parece que les va la marcha.  Esta fiesta tiene el enorme mérito de cerrar los telediarios de medio mundo, algo que pocos acontecimientos logran. Pero cada año su visión me resulta más molesta e irritante. Esa marabunta enardecida por una actividad necia y absurda me da grima y me entristece, una paradoja frente a tanta aparente diversión.
   Yo prefiero comer con calma una buena ensalada de este exquisito fruto o disfrutar de una tostada de pan, aceite y tomate, una de las grandes aportaciones españolas al mundo, sin ningún reconocimiento aún. Y me quedo con la poesía; otra estética, otra ética:
Oda al tomate
Pablo Neruda


La calle

se llenó de tomates,
mediodía,
verano,
la luz
se parte
en dos
mitades
de tomate,
corre
por las calles
el jugo.
En diciembre
se desata
el tomate,
invade
las cocinas,
entra por los almuerzos
se sienta
reposado
en los aparadores,
entre los vasos,
las mantequilleras,
los saleros azules.
Tiene
luz propia,
majestad benigna.
Debemos, por desgracia,
asesinarlo:
se hunde
el cuchillo
en su pulpa viviente,
es una roja
víscera,
un sol
fresco,
profundo,
inagotable
,
llena las ensaladas
de Chile,
se casa alegremente
con la clara cebolla,
y para celebrarlo
se deja
caer
aceite,
hijo
esencial del olivo,
sobre sus hemisferios entreabiertos,
agrega
la pimienta
su fragancia,
la sal su magnetismo:
son las bodas
del día,
el perejil
levanta
banderines
,
las papas
hierven vigorosamente,
el asado
golpea
con su aroma
en la puerta,
es hora!
vamos!
y sobre
la mesa, en la cintura
del verano,
el tomate,
astro de tierra
estrella
repetida
y fecunda,
nos muestra
sus circunvoluciones,
sus canales,
la insigne plenitud
y la abundancia
sin hueso,
sin coraza,
sin escamas ni espinas,
nos entrega
el regalo
de su color fogoso
y la totalidad de su frescura. 

5 de septiembre de 2012

Bruselas huele a gofre

   El plato nacional de Bélgica son los mejillones con patatas fritas. Siempre pensé que era una mezcla extraña. La realidad es que no se llegan a juntar, pues se sirven en platos diferentes. Si te sirven en España esos moluscos esmirriados e insulsos, los devuelves al instante. Sin embargo, allí se sirven  a todas horas y les encantan. Me encantaría ver la cara de un belga al comerse unos buenos mejillones en nuestro país. Tiene que alucinar. Aunque igual no les gustan, cualquiera sabe. El resto de su gastronomía, escrito con todos los respetos, tiene un nivel similar. El Waterzooi es un plato de pescado o pollo acompañados con una salsa espesa bastante sabrosa que, a la cuarta cucharada, te quita las ganas de comer por la alta concentración -o intoxicación, según se mire- de nata y mantequilla. Así que Bruselas no huele a mejillones -también son inodoros-, sino a gofre. Los hay por todas las esquinas y están ricos, pero son gofres.
   Eso sí, es el paraíso de los amantes del chocolate y de la buena cerveza. Su riqueza cervecera es extraordinaria y apasionante la cultura que hay alrededor de ella. Es un placer entrar en esos locales con solera y leer una carta con gran variedad de cervezas de grifo y más aún embotelladas. Tiradas con esmero, es un placer paladearlas lejos de esa bárbara costumbre tan extendida en nuestro país de beberla a morro. Un sacrilegio. Fue un deleite visitar Cantillon, una fábrica de cerveza artesanal, que permanece inalterable desde su fundación en 1900.
   La Grand Place es uno de esos lugares que te agarran por los sentimientos y te hipnotizan ante esa belleza inefable que pocos rincones consiguen atesorar. Un atardecer allí vale un sueño inolvidable. El Atomium sigue sorprendiendo a pesar de sus más de cincuenta años de vida. Su interior nos transporta a una especie de nave espacial seductora y amable.
   Brujas es una villa de cuento de hadas con pocas hadas y demasiados turistas. Cuesta abstraerse de su éxito pero hay momentos de olvido y satisfacción. Gante es la gran sorpresa del viaje. Su zona histórica es preciosa. Los muelles receptores de tantas mercancias en el pasado conservan un encanto singular coronado por un castillo ideal para jugar a caballeros medievales.
   Bruselas está marcada por las instalaciones de la Unión Europea. Tantas personas de innumerables lugares la han convertido en una ciudad cosmopolita, quizá demasiado. Su afición por el cómic impregna sus calles y nos obligan a sonreír al volver la esquina.
   En la tapa de un barril de cerveza también se puede escribir mucha sabiduría, no se pierdan las fotos.







25 de agosto de 2012

Nadie te mira en Manhattan

   Llegamos a Manhattan de noche -madrugada para nosotros- mirando hacia arriba con la boca abierta  y reconociendo a cada paso lo que habíamos visto en el cine y en la televisión a lo largo de toda nuestra vida. El imperio impone, como siempre, su cultura a las provincias exteriores. A pesar del cansancio fuimos derechos a  Times Square. "Lo flipo". Quizá fuera la primer vez que usé esa expresión y a mi hijo le hizo mucha gracia. Aquel despliegue de luz y pantallas logra su propósito de  hipnotizar y mostrar la grandeza de La Metrópoli. Impresiona, ¡vaya si impresiona!
   Todo el mundo te cuenta que, al llegar a Nueva York, te resultan familiares las calles y los edificios. Lo que no me había indicado nadie es que también te parece cercana la gente. Has visto miles de veces al policía de color con su coche, y también al taxista asiático en su taxi amarillo y, en general, parece que estás muy cerca de casa y no a miles de kilómetros. Los asocias sin querer a los guiris pero son diferentes. Más abiertos y amables pero, cuando vas caminando por la calle, nadie te mira a la cara. Nadie. Es algo extraño. Una mezcla de indolencia y cicatería  envuelta en un halo de ciencia ficción. Un toque impersonal en un lugar que fascina.
   Los neoyorquinos comen fuera de casa. Van con su café por la calle con la prisa del que va a alguna parte y comen también con premura. Lo que más me llamó la atención fueron los delis, locales autoservicio para llevárselo a casa o a la oficina, o bien comerlo allí mismo. Hay una gran diferencia entre unos, algo cutres, y otros bastante buenos. Encontramos uno de estos últimos cerca del hotel. Cogías la comida en envases de plástico, que servían de plato. Te vendían la comida al peso y costaba todo igual, daba lo mismo una sopa que unos langostinos. Encontramos, para nuestra sorpresa, ensaladas y verdura y su calidad era muy buena. Cuando acabábamos de comer, tirábamos entre los tres más basura -platos, vasos, cubiertos de plástico y servilletas para empapelar el local completo- que en toda una semana en nuestra casa. El mundo se acaba, pensábamos. Igual que al ver esos rascacielos iluminados toda la noche. El mundo se acaba.
   Porque el derroche es tan descomunal que te apabulla. Todo es a lo grande, en inmensas cantidades y desmesurado. La persona más insensible con el medio ambiente se vuelve aquí ecologista convencido. Pero es su mentalidad; cuando alguien se hace millonario, su ideal es construir un rascacielos. ¿Marcando territorio?






15 de agosto de 2012

Ha vuelto Gila


   El gobierno de Cataluña ha propuesto que los niños que no vayan al comedor escolar y lleven su fiambrera  deben abonar tres euros por el uso de las instalaciones. El gobierno valenciano, capaz de llevar a cabo cualquier barbaridad, concebida hasta el momento o no por el ser humano, se ha sumado y va a estudiarlo. ¿Recuerdan a Gila cuando llamaba al colegio de su hijo para ver si la factura recibida no sería la de un hotel, que se les haya traspapelado? Le cobraban hasta  el por desgaste del patio. Este humorista genial fue un adelantado a su tiempo, vio el futuro de forma meridiana. Le sugería al director que los gastos de desgaste fueran compartidos porque también el niño se desgastará, digo yo. Hay que acudir al humor para responder a estas majaderías que nos proponen los políticos que padecemos. Se han creído que los ciudadanos debemos pagar hasta por respirar con el fin de poder pagar los privilegios de la clase política. Los niños pagarán por comer su propia comida para que los senadores cobren un sueldazo por no hacer nada. Pero nada de nada. O para mantener los miles de coches oficiales que usan nuestros mandatarios. O los incalculables teléfonos móviles públicos que se utilizan para uso privado. Y nadie se sonroja por todo esto. No sé si será el momento de usar las tarteras de los niños para otros usos. Por ejemplo, lanzamiento de fiambrera al político sinvergüenza más cercano.

5 de agosto de 2012

En busca de la Semana Negra

   Cuando uno decide visitar la Semana Negra de Gijón, la primera e ineludible tarea es averiguar dónde se ubica este año. Va desplazándose de un lugar a otro de la ciudad, empujada por la intransigencia de quienes no soportan este festival. Su exilio comienza ya a resultar doloroso, aunque nada parece ser capaz de acabar con ella.  No sé si molesta la cultura, la mezcla de esta con la diversión o su descaro al convertirse en un acontecimiento de gran calibre. El éxito incomoda y su irreverencia escandaliza a una parte de la sociedad local. El caso es que siempre hay alguien que se siente perjudicado por su presencia allá donde vaya. Sin embargo, como en tantas otras ciudades, las actividades nocturnas asociadas al alcohol consiguen mantener su impunidad con nota alta. 
   Un buen método para encontrarla es otear el horizonte para divisar la noria, el mástil de este barco ameno y singular. Porque junto a las carpas que acogen debates, exposiciones y presentaciones de libros, podemos encontrar la mencionada noria y un sinfín de atracciones de feria, además de puestos de libros o chiringuitos de comida de diversos lugares del mundo. Esta mezcla de diversión y cultura ha conseguido un éxito impresionte y ha encontrado un montón de problemas.
   Los escritores llegan en un tren desde Madrid y todos quedan impresionados por lo que se encuentran en Gijón. También debe asombrarse  el público que llena el recinto día tras día. Se habla de que cada año acoge con asiduidad un millón de visitantes. Leyenda o realidad, es un acontecimiento cultural que nadie puede apagar. Pero hay más fidelidades; la pulpeira Lolita Romeu viene desde Viveiro, sin faltar un verano a la cita, para regocijo de los más exquisitos.
   Este año había una exposición fotográfica sobre el conflicto sirio y otra sobre el de la minería asturiana. Estaban en la misma carpa y la única diferencia era que, en la primera, las fotografías eran en color y, en la segunda, en blanco y negro. Así es la Semana Negra, poniendo el dedo en la llaga.
   Aquí todo es posible. Que una escritora japonesa de novela negra -Masako Togawa- cante el bolero Bésame mucho en japonés. Que un escritor ruso -Julian Semionov- se presente como agente del KGB o que paseen por allí varios agentes de la CIA. Y así Carlos Zanón afirmaba antes de su llegada: "Espero encontrarme caos, olor a pulpo, mesas redondas multitudinarias en las que apenas se escuchan los participantes y, por supuesto diversión y mucha sidra."
   El periodista francés  Marc Fernández tuvo problemas al entregar su reportaje sobre esta cita cultural. "¿Pero esto qué es?" -le preguntaron sus jefes. No sabían si era una crónica periodística o una obra de ficción. En Francia, con unos 45 festivales dedicados al género negro, nunca habían visto nada semejante. La repercusión mediática en España y en buena parte del mundo tiene un valor incalculable y coloca a la ciudad de Gijón en el candelero internacional por méritos propios.
   Y es que, en la Semana Negra de Gijón, los libros se mezclan con los churros, la tómbola atruena cerca de las tertulias literarias o sobre cualquier otro tema, y uno se puede llevar el té de la carpa saharaui a la presentación de un libro, si no te pierdes por el camino confundido por el olor de una parrillada. Literatura y vida.

25 de julio de 2012

Cerámica de Picasso

   La diferencia entre un artista muy bueno y un genio radica en que este último consigue aparentar que su obra es sencilla, cuando nada hay más lejos de la realidad. Una de las obras de arte que más me ha impresionado es la cerámica de Picasso que pude disfrutar en su Casa Natal de Málaga, transformada en museo. Se conservan pocos trazos de la vivienda original pero la muestra citada es excepcional. Puede uno maravillarse al ver como de una vasija o de un plato puede sacarse tanto rendimiento. Siempre he querido pedirle a uno de los grandes cocineros que realice un plato sencillo y cotidiano, por ejemplo unas lentejas. Veríamos cuántos nos sorprenderían para bien o desfavorablemente.
   Nuestras madres y abuelas siempre nos han hablado de las bondades de los útiles de cerámica  y de la cocina de carbón para cocinar. A todo ello hemos ido renunciando por ese concepto cada día más abstracto denominado progreso. Inimaginable poner un cocido toda la mañana al fuego, ni atizar la cocina con leña. Todos tenemos prisa aunque no sepamos muy bien adónde vamos, ni para qué. Y las piezas de cerámica han sido sustituidas por otros materiales que aceleran la cocción y, además, no se rompen.
   Pues Picasso consigue sacarle un jugo extraordinario a la cerámica. Parece imposible ver lo que él extrae de una jarra, de un plato. Dos líneas dan sentido a una representación y un trazo magistral abre paso a una figura humana. Era tal su habilidad que artesanos con cuarenta años de experiencia en este mundo le llamaban el hechicero, por su habilidad inaudita. La arcilla absorbe la pintura; la mano, por tanto, debe ser segura, pues no hay margen de error. Y Picasso, con el talento de un artista y la magia de un encantador, da vida a esos cacharros y los eleva a la enésima potencia del arte.




15 de julio de 2012

La comida tenía un precio & Dos políticos y un destino.

   Hace unos años en España  todos éramos ricos. Y queríamos vivir como tales. El despliegue crediticio de los bancos llenó los bolsillos de los españoles con un dinero que iba a arruinar a muchas familias para siempre y a paralizar la economía del país durante bastante tiempo. Esto se ha aprovechado para reducir derechos de los ciudadanos y para comenzar el desmantelamiento de la clase media, mientras se ayuda financieramente a los bancos y se garantiza la impunidad de sus irresponsabilidades. En esa época hueca y dorada proliferaron restaurantes a diestro y siniestro, que se llenaban sin importar el precio de sus cartas. Pero todo ha cambiado, el consumo ha descendido y los restaurantes, especialmente los caros, ven sus salas vacías. Se nota incluso en los mercados de pescado; los más nobles han bajado de precio porque ya no tienen salida en los restaurantes. Las comidas onerosas han pasado a la historia y, el que no lo vea, verá su negocio naufragar. Y cuando queremos celebrar algo o nos apetece regalarnos un capricho, recurrimos a los grandes maestros de la cocina. Son pocos pero destacan sobre el resto porque el talento distingue y destaca la obra de quien lo posee, en este caso, sus platos.
   Las tapas han recuperado protagonismo y comer pinchos en la barra de un bar es otra opción económica que  se extiende. Los menús con precio cerrado también proliferan porque nadie quiere sorpresas en la cuenta y permiten alternar sin excesos. Por tanto, las facturas han variado desde la locura hasta la austeridad. ¿Cuál es el precio de una comida? Pues supongo que el que la coyuntura social y personal nos marque, porque no pagamos por lo que valen las cosas, sino por lo que alguien está dispuesto a pagar. Esto no deja de ser una perversión pero es algo admitido como parte del sistema. La reconversión de la hostelería está en marcha gracias a los desmanes de los banqueros.
  Pero entregar el poder al capital, que es quien gobierna hoy Europa, ha sido responsabilidad de nuestros políticos. Ese personajillo peripatético y somnoliento, con insignia izquierdosa y mano generosa para dilapidar lo que no era suyo, fue expulsado por los españoles del poder de forma contundente por su disparatada gestión, si es que podemos llamarla así, y por traicionar al socialismo. Y su partido arrojado con desprecio a la estancia más siniestra del averno. Y es que hay que estar muy trastornado para realizar la misma política económica que los conservadores y llamarse socialista. Pero llegó el político de la derechona, con aspecto trasnochado de caballero rancio del siglo XVII, indolente y patidifuso, a rematar la faena. A esquilmar y a saquear a los españoles con acciones contrarias a todo lo que había prometido. A estafar y a engañar. A mentir y a provocar. Sí, a provocar. Porque todo acto humano tiene sus consecuencias y su violencia se volverá contra ellos. Tiempo al tiempo. Es vuestro destino. Hace muchos años vi a Quilapayún realizar un conjuro contra Pinochet en un concierto. No creían en estas prácticas pero no desperdiciaban ningún medio para luchar contra el dictador. Y por eso yo os maldigo. A vosotros y a vuestra cohorte de lacayos. Así sea.

5 de julio de 2012

Desayunos en Marrakech

   El desayuno es una comida marginada en nuestro país. Se hace deprisa y mal comiendo, cuando no se obvia. Porque no creo que un café pueda adquirir la categoría de desayuno y mucho menos de comida. Nuestra dieta empeora al mediodía con un generoso banquete, muchas veces desmesurado y, en ocasiones, pernicioso. Y rematamos la jornada con una cena tardía e impropia. Sin embargo, muchos de los que se saltan la primera comida del día, cuando están de vacaciones, afirman que disfrutan con un desayuno amplio y generoso en el hotel. ¿Se tratará entonces de pereza culinaria o quizá de quedarse en la cama agazapado hasta el último momento? 
   Reconozco que envidio los horarios europeos porque me sientan estupendamente. En mis viajes desayuno como un señor, como un bocado para seguir ruta al mediodia y ceno temprano con calma y completa concentración. Y la hora del desayuno es de máximo deleite; tranquilidad para disfrutar y organizar el día, momento de tertulia y reflexión. Pero entre todos los desayunos, recuerdo los de Marrakech como los más placenteros. Nos alojamos en un riad, una casa tradicional transformada en hotel. Como no podía ser de otra manera, la casa tenía un patio interior con árboles frutales. Aquí comenzaba nuestra dura jornada de turistas -todos lo somos un poco o un mucho aunque pretendamos ser viajeros de pedigrí- acompañados de alegres pajarillos, que se posaban en los árboles esperando alguna dádiva por nuestra parte. No hacía falta música; nuestros visitantes nos regalaban un concierto matutino mientras comenzábamos nuestra provisión de energía con unos maravillosos zumos de naranja, los típicos bollos y el imprescindible té a la menta. Nunca había soportado el té, me parecía una bebida ultrajante para el estómago. Sabía que, en un país magrebí, ofrecerlo es un signo de hospitalidad y rechazarlo se considera una ofensa. Así que, al llegar al riad y ser agasajados con el humeante e inevitable té, lo acepté con la mejor de mis sonrisas y me dispuse a hacer un sacrificio de buena voluntad por el bien de las relaciones hispano-marroquíes. Pero mi sorpresa fue enorme al comprobar que era magnífico y a lo largo del viaje lo bebí continuamente.
  Paseando y comiendo en Marruecos uno percibe con claridad la importante herencia que dejaron en España y especialmente en Andalucía, donde podemos confundir algunos de sus rincones y de sus comidas con otros del norte de África. Así, aunque algunos la desprecien con su ignorancia, es una cultura que nos resultará muy familiar. Como somos nuevos ricos, nos asustamos de su atraso económico pero solo hay que echar la vista atrás sesenta años en nuestro país para recordar lo que aquí vemos. Es una de las gastronomías más ricas que conozco, en el doble sentido de la palabra. E igualmente familiar, sobre todo para la gente del sur y del Mediterráneo.. Inolvidables unas zanahorias con canela. 
   Lo mejor de Marrakech está en sus calles. Mires hacia donde mires encontrarás las estampas más inverosímiles  y las actitudes más sorprendentes. La Plaza  Jemaa el Fna justifica por sí sola el viaje. Allí encontramos saltimbanquis, sacamuelas, aguadores, cuentistas, escribanos, charlatanes y encantadores de serpientes, entre otros muchos y diversos personajes. Elias Canetti escribió un breve y delicioso libro sobre la ciudad; pone en acción, como si se tratara de una obra de teatro, a un número inacabable de protagonistas y les da voz propia para que se manifiesten como son. Se trata de  Las voces de Marrakesh. Al leerlo,  te sentirás en la mismísima plaza. Imprescindible.
 “Viajando lo toleramos todo, los prejuicios quedan en casa”.


 “Era extraordinario deambular por la plaza
casi vacía. No quedaba ningún acróbata, ni bailarín, ni encantador de
serpientes, ni tragafuegos”.