16 de diciembre de 2013

Gastronomía en el Elíseo

   Bernard Vaussion ha sido durante cuarenta años cocinero y en los últimos ocho  jefe de cocina del Elíseo. Ahora al jubilarse nos cuenta los secretos de los fogones que han alimentado a los presidentes de la República Francesa. Nos descubre las paradojas de Georges Pompidou, entusiasta del arte moderno y amante de la cocina tradicional. El centro que lleva su nombre sigue sorprediendo hoy por su vanguardismo casi cuarenta años después de su inauguración, sus tubos se siguen imitando  y continúan aparentando modernidad allí donde se colocan. Sin embargo, en la mesa optaba por soluciones más sencillas y tradicionales.
   Le sucede Valéry Giscard d´Estaing. Europeísta convencido, muestra un gran entusiasmo por la gastronomía que le lleva a escoger personalmente los menús, instalando un estilo más moderno que su predecesor. Muestra su debilidad por los huevos revueltos con trufas, la elegancia cuando se viste de sencillez suele alcanzar grandes cotas.
   Le sucede el presidente socialista François Miterrand, catorce años al frente dieron tiempo para muchas actuaciones políticas y para bastantes comidas con pescado y mariscos, las ostras eran una de sus debilidades junto al foie. Puede que estos productos excelsos le ayudaran a inspirarse para alguno de sus proyectos grandiosos, como la Pirámide del Louvre o el Arco de la Défense. Sin duda tuvo un reinado feliz.
   Jacques Chirac, simpatizante comunista en su juventud para militar después en la derecha, también es variable en sus gustos culinarios. Le encanta la tradición regional francesa y asimismo la gastronomía china, mientras muetra su debilidad por la cerveza Coronita. A eso le llaman jugar con las dos piernas.
   El siempre inquieto Nicolas Sarkozy buscaba platos rápidos y simples -llevaría prisa o eso le parecería a él, sobre lo de simple no voy a escribir ningún chascarrillo, sería demasiado fácil-, no cabe duda de su inquietud permanente. Para combatir la crisis eliminó el caviar y los quesos franceses. El primero no debería haber estado nunca en una cocina que pagan los contribuyentes y los segundos son un lujo culinario pero no pecuniario. ¡Un francés renunciando a sus quesos! ¡No lo puedo creer! Debería haber sido despedido de su cargo por  herejía de forma fulminante.  Claro que acumuló otros deméritos políticos que sí resultaron definitivos para su salida de la presidencia, aunque evidentemente el asunto del queso pudo ser definitivo. En otros países aún no podemos elegir a nuestro jefe de estado pero, tranquilos, ya falta menos.