7 de mayo de 2014

Aloños

   Contaba Ferrán Adriá que soñaba con poder atender una sola mesa. Pues bien; en el corazón del Pas, en la Cantabria más verde y recóndita, hay un baruco de pueblo que ha conseguido el sueño del cocinero catalán. A veces no hace falta tanta sofistificación, es suficiente con la sencillez y la honestidad, virtudes en peligro serio de desaparición.
   Una sola mesa en una sala con chimenea y mucho encanto. La cocina se basa en los productos del cerdo que crían ellos mismos. Puedes probar un cocido montañes con un compango muy rico. Pero uno puede llegar al éxtasis con los torreznos, una explosión de  sensaciones y recuerdos perdidos en lo más profundo de la memoria inundará tu boca. Algo único y difícil de olvidar, un viaje en la historia a una época donde se vivía sin prisa. La hebra -carne de la pierna- es también magnífica. La quesada o su peculiar tarta de queso y un poco de queso con mermelada casera de higos cerrarán una comida inolvidable. Esperemos que nuestras arterias y venas puedan expulsar pronto los rescoldos de esta comilona. El trato es familiar, son todos encantadores y uno se siente como en su propia casa. Aquí también hay una lista de espera de varios meses y no se dan ninguna importancia.