30 de marzo de 2013

La Huertona

   La Huertona es un restaurante situado en el pueblo homónimo cercano a Ribadesella, en el Oriente de Asturias. Enclavado en un lugar único, rodeado por un alarde de naturaleza verde, posee un comedor muy acogedor, que permite disfrutar de todas las vistas. Es uno de los templos de los fogones asturianos, aunque no goza, de forma incomprensible, del reconocimiento de esa guía gastronómica que se ha adueñado del arbitraje de la cocina mundial. Seguramente lo habrán conseguido por méritos propios pero aquí han patinado año tras año, pues el trabajo continuado y brillante en los fogones de este local, su creatividad ilimitada, su servicio cuidadoso y sus excelentes instalaciones merecen desde hace mucho tiempo la deseada estrella.
   Todos los locales de restauración tienen sus platos destacados, esas joyas que los identifican. Aquí todo lo que sale de la cocina tiene su toque mágico, su sello de autor, un punto marcado que lo hace único. Y, además en muchas ocasiones, disfrazado bajo una apariencia sencilla, sin artificios ni aparantes complejidades. Esta característica, que lo excelente y complejo parezca sencillo, es lo que distingue lo magnífico de lo genial. Una rodaja de pulpo sobre una patata chip puede parecer muy simple y una croqueta de manzana con foie, muy engorroso. En ambos casos, y muchos más, el resultado es apabullante.



15 de marzo de 2013

En busca de los antipasti perdidos

   Hace muchos muchos años, en la vieja y  fascinante Roma, encontramos un restaurante estupendo y de precio no demasiado elevado para lo que suele acostumbrar esta ciudad. Una buena señal era que, además de bastantes turistas despistados, había muchos romanos. La comida fue excelente y el trato inmejorable. Pero, de toda la comida, se me quedó grabado el inicio, anécdota incluida. Habíamos pedido unos antipasti, que vendrían a ser nuestros entremeses. Nos pusieron un plato vacío a cada uno y esperamos el comienzo de la comida con ansiedad. Parecía que se retrasaba  pero mantuvimos el tipo. Y en esto llegó un camarero y nos preguntó si no comíamos. Pues estamos esperando. Y con los aspavientos propios de un típico italiano, nos explicó que teníamos que coger el plato y servirnos de un bufé que había no muy lejos, era la costumbre. Se suponía que debíamos saberlo pero era nuestra primera comida fina en Italia y nuestros primeros antipasti. Nos reímos bastante y nos servimos unos cuantos, verduras en su mayoría. Una delicia.
   Después viene la consabida historia; la búsqueda en tu país de lo que has descubierto fuera, la mayoría de las veces con resultado negativo y en este caso catastrófico. Porque no hemos encontrado nada que se le parezca ni de lejos. Pero siempre está bien tener algo pendiente. Y así seguimos; en busca de los antipasti perdidos.