Íbamos a un concierto camino de Bilbao, cuando nos dejó tirados nada más salir el troncomóvil de David, probablemente el coche más incómodo producido por la industria del automóvil desde sus orígenes hasta nuestros días. Y ya se sabe: llamar al seguro, esperar la grúa, cambio de vehículo. Resumiendo, que llegamos con el tiempo justo y no nos pudimos comer el magnífico bacalao al pil pil del Restaurante Kepa Landa. Y no es poca pérdida y desgracia porque lo preparan de maravilla y yo lo llevaba disfrutando todo el día. Es más bien una cafetería, donde preparan pocos platos pero con un resultado magnífico. Su tortilla ha ganado unos cuantos premios y es extraordinaria. También su ensalada de tomate y sus boquerones son excelentes. Así que nos comimos unos pinchos deprisa y corriendo y nos metimos en el Café Antzokia. Este local es un antiguo cine convertido en restaurante y sala de conciertos. Se han retirado las butacas y ofrece una programación muy interesante. Destaca por la acústica y el buen ambiente. Probablemente sea la mejor sala de conciertos que conozco. Tocaban los Pink Tones, un grupo español que recrea la música de los míticos Pink Floyd y que pretende recuperar con pasión sus conciertos. Y lo consigue sin ninguna duda. Cuando ves a unos músicos como estos disfrutar así sobre el escenario, el resultado es inequívoco: un público enardecido por la música que marcó a muchas generaciones y absolutamente feliz, es posible incluso que demasiado feliz, jeje.
Tres horas de música -¡que tomen nota otros músicos consagrados!- inolvidables escuchando esos temas que hemos oído tantas y tantas veces durante tantos y tantos años. Y aunque no vimos a los Pink Floyd, sí que los escuchamos.