25 de julio de 2012

Cerámica de Picasso

   La diferencia entre un artista muy bueno y un genio radica en que este último consigue aparentar que su obra es sencilla, cuando nada hay más lejos de la realidad. Una de las obras de arte que más me ha impresionado es la cerámica de Picasso que pude disfrutar en su Casa Natal de Málaga, transformada en museo. Se conservan pocos trazos de la vivienda original pero la muestra citada es excepcional. Puede uno maravillarse al ver como de una vasija o de un plato puede sacarse tanto rendimiento. Siempre he querido pedirle a uno de los grandes cocineros que realice un plato sencillo y cotidiano, por ejemplo unas lentejas. Veríamos cuántos nos sorprenderían para bien o desfavorablemente.
   Nuestras madres y abuelas siempre nos han hablado de las bondades de los útiles de cerámica  y de la cocina de carbón para cocinar. A todo ello hemos ido renunciando por ese concepto cada día más abstracto denominado progreso. Inimaginable poner un cocido toda la mañana al fuego, ni atizar la cocina con leña. Todos tenemos prisa aunque no sepamos muy bien adónde vamos, ni para qué. Y las piezas de cerámica han sido sustituidas por otros materiales que aceleran la cocción y, además, no se rompen.
   Pues Picasso consigue sacarle un jugo extraordinario a la cerámica. Parece imposible ver lo que él extrae de una jarra, de un plato. Dos líneas dan sentido a una representación y un trazo magistral abre paso a una figura humana. Era tal su habilidad que artesanos con cuarenta años de experiencia en este mundo le llamaban el hechicero, por su habilidad inaudita. La arcilla absorbe la pintura; la mano, por tanto, debe ser segura, pues no hay margen de error. Y Picasso, con el talento de un artista y la magia de un encantador, da vida a esos cacharros y los eleva a la enésima potencia del arte.




15 de julio de 2012

La comida tenía un precio & Dos políticos y un destino.

   Hace unos años en España  todos éramos ricos. Y queríamos vivir como tales. El despliegue crediticio de los bancos llenó los bolsillos de los españoles con un dinero que iba a arruinar a muchas familias para siempre y a paralizar la economía del país durante bastante tiempo. Esto se ha aprovechado para reducir derechos de los ciudadanos y para comenzar el desmantelamiento de la clase media, mientras se ayuda financieramente a los bancos y se garantiza la impunidad de sus irresponsabilidades. En esa época hueca y dorada proliferaron restaurantes a diestro y siniestro, que se llenaban sin importar el precio de sus cartas. Pero todo ha cambiado, el consumo ha descendido y los restaurantes, especialmente los caros, ven sus salas vacías. Se nota incluso en los mercados de pescado; los más nobles han bajado de precio porque ya no tienen salida en los restaurantes. Las comidas onerosas han pasado a la historia y, el que no lo vea, verá su negocio naufragar. Y cuando queremos celebrar algo o nos apetece regalarnos un capricho, recurrimos a los grandes maestros de la cocina. Son pocos pero destacan sobre el resto porque el talento distingue y destaca la obra de quien lo posee, en este caso, sus platos.
   Las tapas han recuperado protagonismo y comer pinchos en la barra de un bar es otra opción económica que  se extiende. Los menús con precio cerrado también proliferan porque nadie quiere sorpresas en la cuenta y permiten alternar sin excesos. Por tanto, las facturas han variado desde la locura hasta la austeridad. ¿Cuál es el precio de una comida? Pues supongo que el que la coyuntura social y personal nos marque, porque no pagamos por lo que valen las cosas, sino por lo que alguien está dispuesto a pagar. Esto no deja de ser una perversión pero es algo admitido como parte del sistema. La reconversión de la hostelería está en marcha gracias a los desmanes de los banqueros.
  Pero entregar el poder al capital, que es quien gobierna hoy Europa, ha sido responsabilidad de nuestros políticos. Ese personajillo peripatético y somnoliento, con insignia izquierdosa y mano generosa para dilapidar lo que no era suyo, fue expulsado por los españoles del poder de forma contundente por su disparatada gestión, si es que podemos llamarla así, y por traicionar al socialismo. Y su partido arrojado con desprecio a la estancia más siniestra del averno. Y es que hay que estar muy trastornado para realizar la misma política económica que los conservadores y llamarse socialista. Pero llegó el político de la derechona, con aspecto trasnochado de caballero rancio del siglo XVII, indolente y patidifuso, a rematar la faena. A esquilmar y a saquear a los españoles con acciones contrarias a todo lo que había prometido. A estafar y a engañar. A mentir y a provocar. Sí, a provocar. Porque todo acto humano tiene sus consecuencias y su violencia se volverá contra ellos. Tiempo al tiempo. Es vuestro destino. Hace muchos años vi a Quilapayún realizar un conjuro contra Pinochet en un concierto. No creían en estas prácticas pero no desperdiciaban ningún medio para luchar contra el dictador. Y por eso yo os maldigo. A vosotros y a vuestra cohorte de lacayos. Así sea.

5 de julio de 2012

Desayunos en Marrakech

   El desayuno es una comida marginada en nuestro país. Se hace deprisa y mal comiendo, cuando no se obvia. Porque no creo que un café pueda adquirir la categoría de desayuno y mucho menos de comida. Nuestra dieta empeora al mediodía con un generoso banquete, muchas veces desmesurado y, en ocasiones, pernicioso. Y rematamos la jornada con una cena tardía e impropia. Sin embargo, muchos de los que se saltan la primera comida del día, cuando están de vacaciones, afirman que disfrutan con un desayuno amplio y generoso en el hotel. ¿Se tratará entonces de pereza culinaria o quizá de quedarse en la cama agazapado hasta el último momento? 
   Reconozco que envidio los horarios europeos porque me sientan estupendamente. En mis viajes desayuno como un señor, como un bocado para seguir ruta al mediodia y ceno temprano con calma y completa concentración. Y la hora del desayuno es de máximo deleite; tranquilidad para disfrutar y organizar el día, momento de tertulia y reflexión. Pero entre todos los desayunos, recuerdo los de Marrakech como los más placenteros. Nos alojamos en un riad, una casa tradicional transformada en hotel. Como no podía ser de otra manera, la casa tenía un patio interior con árboles frutales. Aquí comenzaba nuestra dura jornada de turistas -todos lo somos un poco o un mucho aunque pretendamos ser viajeros de pedigrí- acompañados de alegres pajarillos, que se posaban en los árboles esperando alguna dádiva por nuestra parte. No hacía falta música; nuestros visitantes nos regalaban un concierto matutino mientras comenzábamos nuestra provisión de energía con unos maravillosos zumos de naranja, los típicos bollos y el imprescindible té a la menta. Nunca había soportado el té, me parecía una bebida ultrajante para el estómago. Sabía que, en un país magrebí, ofrecerlo es un signo de hospitalidad y rechazarlo se considera una ofensa. Así que, al llegar al riad y ser agasajados con el humeante e inevitable té, lo acepté con la mejor de mis sonrisas y me dispuse a hacer un sacrificio de buena voluntad por el bien de las relaciones hispano-marroquíes. Pero mi sorpresa fue enorme al comprobar que era magnífico y a lo largo del viaje lo bebí continuamente.
  Paseando y comiendo en Marruecos uno percibe con claridad la importante herencia que dejaron en España y especialmente en Andalucía, donde podemos confundir algunos de sus rincones y de sus comidas con otros del norte de África. Así, aunque algunos la desprecien con su ignorancia, es una cultura que nos resultará muy familiar. Como somos nuevos ricos, nos asustamos de su atraso económico pero solo hay que echar la vista atrás sesenta años en nuestro país para recordar lo que aquí vemos. Es una de las gastronomías más ricas que conozco, en el doble sentido de la palabra. E igualmente familiar, sobre todo para la gente del sur y del Mediterráneo.. Inolvidables unas zanahorias con canela. 
   Lo mejor de Marrakech está en sus calles. Mires hacia donde mires encontrarás las estampas más inverosímiles  y las actitudes más sorprendentes. La Plaza  Jemaa el Fna justifica por sí sola el viaje. Allí encontramos saltimbanquis, sacamuelas, aguadores, cuentistas, escribanos, charlatanes y encantadores de serpientes, entre otros muchos y diversos personajes. Elias Canetti escribió un breve y delicioso libro sobre la ciudad; pone en acción, como si se tratara de una obra de teatro, a un número inacabable de protagonistas y les da voz propia para que se manifiesten como son. Se trata de  Las voces de Marrakesh. Al leerlo,  te sentirás en la mismísima plaza. Imprescindible.
 “Viajando lo toleramos todo, los prejuicios quedan en casa”.


 “Era extraordinario deambular por la plaza
casi vacía. No quedaba ningún acróbata, ni bailarín, ni encantador de
serpientes, ni tragafuegos”.