16 de octubre de 2013

Helado pasiego

    Las tierras del Pas son de una belleza extraordinaria y están pobladas por gente fascinante. Los pasiegos en el siglo XIX buscan alternativas a la ganadería y, además de ser nodrizas de alta alcurnia, empiezan a vender helados de forma ambulante, así como galletas, barquillos, castañas asadas, o quesos. En verano se acercaban a Santander y otras poblaciones, llegando incluso a Francia. Luis Ortiz fue un muchacho de San Pedro del Romeral obligado a emigrar por la dureza de los tiempos. Se instaló en Marsella y vendía barquillos y castañas asadas en invierno. Allí conoce a una joven de Vega de Pas, Mercedes Martínez de la Maza, también vendedora ambulante como él, y se casa con ella. Estamos en 1912. Grandes trabajadores y emprendedores, una década después deciden fabricar sus propios helados, Glaces Ortiz. Con sus carritos iban donde hubiera posibilidad de vender; cines, espectaculos o parques.
   Un americano inventa el bombón helado y deciden comprar maquinaria de alta tecnología para fabricarlos y poder venderlos. Tienen un gran éxito de ventas, sobre todo entre los soldados americanos instalados en Saint-Diziers debido a la Segunda Guerra Mundial. Luis y sus hijos van ampliando el negocio y lanzan una campaña publicitaria impactante. Sabiendo que hay tropas americanas atrapadas por los alemanes, les hacen llegar sus helados y carne de pavo en dos aviones militares para que celebren la navidad. A la muerte del patriarca, sus hijos Luis y Vidal compran pequeñas empresas del sector y registran en 1951 la marca Miko. Había nacido una empresa multinacional.
    Los heladeros pasiegos llegaban con el buen tiempo, eran siempre bien recibidos. Quedan ya pocos artesanos pero en Ontaneda hay uno que produce unos helados magníficos. Cuenta la leyenda que no hace mucho una joven santanderina estaba enamorada del helado de queso de este heladero. Fue a encargarle un pedido grande para su boda pero este se negó a servírselo porque no atendía este tipo de encargos. No hubo manera de convencerle, así que armada de paciencia y ayudada por sus familiares, se dedicó durante semanas a desplazarse hasta esta localidad y comprar pequeñas partidas que iba guardando para ese día tan importante.
   Doy fe de  la certeza de la leyenda  y a nadie que conozca un poco a los pasiegos le extrañará. Y también afirmo sin titubeos que el helado en cuestión es un manjar extraordinario. Esencia de esencia de la esencia. Un sabor perdido en la historia, este tipo de productos elaborados se ha perdido con la industrialización, con la necesidad de vender cada día más. Nos queda apenas una sombra alojada en alguna esquina de la nostalgia. Sabe a vaca y es un helado que te pide un trago de vino. Una delicia.