15 de julio de 2012

La comida tenía un precio & Dos políticos y un destino.

   Hace unos años en España  todos éramos ricos. Y queríamos vivir como tales. El despliegue crediticio de los bancos llenó los bolsillos de los españoles con un dinero que iba a arruinar a muchas familias para siempre y a paralizar la economía del país durante bastante tiempo. Esto se ha aprovechado para reducir derechos de los ciudadanos y para comenzar el desmantelamiento de la clase media, mientras se ayuda financieramente a los bancos y se garantiza la impunidad de sus irresponsabilidades. En esa época hueca y dorada proliferaron restaurantes a diestro y siniestro, que se llenaban sin importar el precio de sus cartas. Pero todo ha cambiado, el consumo ha descendido y los restaurantes, especialmente los caros, ven sus salas vacías. Se nota incluso en los mercados de pescado; los más nobles han bajado de precio porque ya no tienen salida en los restaurantes. Las comidas onerosas han pasado a la historia y, el que no lo vea, verá su negocio naufragar. Y cuando queremos celebrar algo o nos apetece regalarnos un capricho, recurrimos a los grandes maestros de la cocina. Son pocos pero destacan sobre el resto porque el talento distingue y destaca la obra de quien lo posee, en este caso, sus platos.
   Las tapas han recuperado protagonismo y comer pinchos en la barra de un bar es otra opción económica que  se extiende. Los menús con precio cerrado también proliferan porque nadie quiere sorpresas en la cuenta y permiten alternar sin excesos. Por tanto, las facturas han variado desde la locura hasta la austeridad. ¿Cuál es el precio de una comida? Pues supongo que el que la coyuntura social y personal nos marque, porque no pagamos por lo que valen las cosas, sino por lo que alguien está dispuesto a pagar. Esto no deja de ser una perversión pero es algo admitido como parte del sistema. La reconversión de la hostelería está en marcha gracias a los desmanes de los banqueros.
  Pero entregar el poder al capital, que es quien gobierna hoy Europa, ha sido responsabilidad de nuestros políticos. Ese personajillo peripatético y somnoliento, con insignia izquierdosa y mano generosa para dilapidar lo que no era suyo, fue expulsado por los españoles del poder de forma contundente por su disparatada gestión, si es que podemos llamarla así, y por traicionar al socialismo. Y su partido arrojado con desprecio a la estancia más siniestra del averno. Y es que hay que estar muy trastornado para realizar la misma política económica que los conservadores y llamarse socialista. Pero llegó el político de la derechona, con aspecto trasnochado de caballero rancio del siglo XVII, indolente y patidifuso, a rematar la faena. A esquilmar y a saquear a los españoles con acciones contrarias a todo lo que había prometido. A estafar y a engañar. A mentir y a provocar. Sí, a provocar. Porque todo acto humano tiene sus consecuencias y su violencia se volverá contra ellos. Tiempo al tiempo. Es vuestro destino. Hace muchos años vi a Quilapayún realizar un conjuro contra Pinochet en un concierto. No creían en estas prácticas pero no desperdiciaban ningún medio para luchar contra el dictador. Y por eso yo os maldigo. A vosotros y a vuestra cohorte de lacayos. Así sea.

2 comentarios:

  1. Has desayunado tigre hoy por la mañana, eh?

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  2. Solo es un reflejo del cabreo general. Hay que luchar contra estos pendejos sin darles tregua.

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