Hace muchos muchos años, en la vieja y fascinante Roma, encontramos un restaurante estupendo y de precio no demasiado elevado para lo que suele acostumbrar esta ciudad. Una buena señal era que, además de bastantes turistas despistados, había muchos romanos. La comida fue excelente y el trato inmejorable. Pero, de toda la comida, se me quedó grabado el inicio, anécdota incluida. Habíamos pedido unos antipasti, que vendrían a ser nuestros entremeses. Nos pusieron un plato vacío a cada uno y esperamos el comienzo de la comida con ansiedad. Parecía que se retrasaba pero mantuvimos el tipo. Y en esto llegó un camarero y nos preguntó si no comíamos. Pues estamos esperando. Y con los aspavientos propios de un típico italiano, nos explicó que teníamos que coger el plato y servirnos de un bufé que había no muy lejos, era la costumbre. Se suponía que debíamos saberlo pero era nuestra primera comida fina en Italia y nuestros primeros antipasti. Nos reímos bastante y nos servimos unos cuantos, verduras en su mayoría. Una delicia.
Después viene la consabida historia; la búsqueda en tu país de lo que has descubierto fuera, la mayoría de las veces con resultado negativo y en este caso catastrófico. Porque no hemos encontrado nada que se le parezca ni de lejos. Pero siempre está bien tener algo pendiente. Y así seguimos; en busca de los antipasti perdidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario