Después del viaje al Valle del Pas, nuestros amigos decidieron hacer de guías y organizar un periplo por diversas cuevas. El punto de partida fue la Cueva de Covalanas, situada en un lugar pintoresco, cerca de Ramales de la Victoria en el oriente de Cantabria, al que se accede por una empinada cuesta. La gruta es angosta pero solo éramos seis personas y resultaba cómoda. Las pinturas son sencillas a primera vista pero, a medida que la visita avanzaba y la guía se iba emocionando motivada por nuestro interés, resultó fascinante. Imposible describir la belleza y complejidad que nos empujó a unos momentos de intensidad estética difíciles de repetir. Nuestra anfitriona se unió a nuestro entusiasmo, se le pasó la hora e invadimos el tiempo del siguiente turno. Joan Miró fue a ver las pinturas de Altamira en busca de inspiración para unos murales prehistóricos. Al finalizar el paseo por el pasado remoto fue contundente: "El arte está en decadencia desde la cueva de Altamira". Y al salir de Covalanas, era imposible no estar de acuerdo con el maestro catalán y rendirse ante la belleza de este arte singular.
Javier hace pacharán todos los años con resultados magníficos. Como la pasión que pone en todo lo que hace es contagiosa, estaba ya medio convencido para probar a elaborarlo yo también. Al bajar de la cueva encontramos unas endrinas y me puse a recogerlas. El gorro sirvió de cesta improvisada para lo que será el Pacharán de Covalanas.
En Ramales de la Victoria teníamos la siguiente parada, la Cueva de Cullalvera. Es una cavidad de enormes dimensiones destrozada con atracciones turísticas. Un audiovisual insustancial a la entrada ya te previene de lo que puedes encontrar. Pero, en este caso, todo fue a peor, y además de una hiriente voz que te acompaña durante el trayecto, el remate final es una fuente que suelta agua al ritmo de la música. Alguien pensó un día que esta patochada era ingeniosa. ¡Increíble!
Salimos decepcionados y soltamos unos cuantos improperios para desahogarnos. Menos mal que unos obreros de mantenimiento nos recomendaron ir a comer a un restaurante, Ronquillo, que nos hizo olvidar lo relatado. Un descubrimiento que habrá que volver a visitar. Una sopa de melón sorprendente, unos caricos excelentes y un pastel de costilla soberbio tienen la culpa.
La última cita de la jornada era la Cueva Pozalagua, en la vecina Vizcaya. Una exhibición y alarde de estalactitas y estalagmitas que te deja anonadado ante tanta belleza. La sala Versalles es un lugar único y extraordinario, la naturaleza ha labrado en silencio durante miles de años una obra de ensueño. Inolvidable.
Enterado de que la endrina contiene vitamina C, es un fruto tónico y fortalece el estómago, ya no tuve ninguna duda; el pacharán está en marcha y dentro de unos meses lo probaremos.
Las fotos son de Javier |
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