5 de agosto de 2012

En busca de la Semana Negra

   Cuando uno decide visitar la Semana Negra de Gijón, la primera e ineludible tarea es averiguar dónde se ubica este año. Va desplazándose de un lugar a otro de la ciudad, empujada por la intransigencia de quienes no soportan este festival. Su exilio comienza ya a resultar doloroso, aunque nada parece ser capaz de acabar con ella.  No sé si molesta la cultura, la mezcla de esta con la diversión o su descaro al convertirse en un acontecimiento de gran calibre. El éxito incomoda y su irreverencia escandaliza a una parte de la sociedad local. El caso es que siempre hay alguien que se siente perjudicado por su presencia allá donde vaya. Sin embargo, como en tantas otras ciudades, las actividades nocturnas asociadas al alcohol consiguen mantener su impunidad con nota alta. 
   Un buen método para encontrarla es otear el horizonte para divisar la noria, el mástil de este barco ameno y singular. Porque junto a las carpas que acogen debates, exposiciones y presentaciones de libros, podemos encontrar la mencionada noria y un sinfín de atracciones de feria, además de puestos de libros o chiringuitos de comida de diversos lugares del mundo. Esta mezcla de diversión y cultura ha conseguido un éxito impresionte y ha encontrado un montón de problemas.
   Los escritores llegan en un tren desde Madrid y todos quedan impresionados por lo que se encuentran en Gijón. También debe asombrarse  el público que llena el recinto día tras día. Se habla de que cada año acoge con asiduidad un millón de visitantes. Leyenda o realidad, es un acontecimiento cultural que nadie puede apagar. Pero hay más fidelidades; la pulpeira Lolita Romeu viene desde Viveiro, sin faltar un verano a la cita, para regocijo de los más exquisitos.
   Este año había una exposición fotográfica sobre el conflicto sirio y otra sobre el de la minería asturiana. Estaban en la misma carpa y la única diferencia era que, en la primera, las fotografías eran en color y, en la segunda, en blanco y negro. Así es la Semana Negra, poniendo el dedo en la llaga.
   Aquí todo es posible. Que una escritora japonesa de novela negra -Masako Togawa- cante el bolero Bésame mucho en japonés. Que un escritor ruso -Julian Semionov- se presente como agente del KGB o que paseen por allí varios agentes de la CIA. Y así Carlos Zanón afirmaba antes de su llegada: "Espero encontrarme caos, olor a pulpo, mesas redondas multitudinarias en las que apenas se escuchan los participantes y, por supuesto diversión y mucha sidra."
   El periodista francés  Marc Fernández tuvo problemas al entregar su reportaje sobre esta cita cultural. "¿Pero esto qué es?" -le preguntaron sus jefes. No sabían si era una crónica periodística o una obra de ficción. En Francia, con unos 45 festivales dedicados al género negro, nunca habían visto nada semejante. La repercusión mediática en España y en buena parte del mundo tiene un valor incalculable y coloca a la ciudad de Gijón en el candelero internacional por méritos propios.
   Y es que, en la Semana Negra de Gijón, los libros se mezclan con los churros, la tómbola atruena cerca de las tertulias literarias o sobre cualquier otro tema, y uno se puede llevar el té de la carpa saharaui a la presentación de un libro, si no te pierdes por el camino confundido por el olor de una parrillada. Literatura y vida.

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