5 de septiembre de 2012

Bruselas huele a gofre

   El plato nacional de Bélgica son los mejillones con patatas fritas. Siempre pensé que era una mezcla extraña. La realidad es que no se llegan a juntar, pues se sirven en platos diferentes. Si te sirven en España esos moluscos esmirriados e insulsos, los devuelves al instante. Sin embargo, allí se sirven  a todas horas y les encantan. Me encantaría ver la cara de un belga al comerse unos buenos mejillones en nuestro país. Tiene que alucinar. Aunque igual no les gustan, cualquiera sabe. El resto de su gastronomía, escrito con todos los respetos, tiene un nivel similar. El Waterzooi es un plato de pescado o pollo acompañados con una salsa espesa bastante sabrosa que, a la cuarta cucharada, te quita las ganas de comer por la alta concentración -o intoxicación, según se mire- de nata y mantequilla. Así que Bruselas no huele a mejillones -también son inodoros-, sino a gofre. Los hay por todas las esquinas y están ricos, pero son gofres.
   Eso sí, es el paraíso de los amantes del chocolate y de la buena cerveza. Su riqueza cervecera es extraordinaria y apasionante la cultura que hay alrededor de ella. Es un placer entrar en esos locales con solera y leer una carta con gran variedad de cervezas de grifo y más aún embotelladas. Tiradas con esmero, es un placer paladearlas lejos de esa bárbara costumbre tan extendida en nuestro país de beberla a morro. Un sacrilegio. Fue un deleite visitar Cantillon, una fábrica de cerveza artesanal, que permanece inalterable desde su fundación en 1900.
   La Grand Place es uno de esos lugares que te agarran por los sentimientos y te hipnotizan ante esa belleza inefable que pocos rincones consiguen atesorar. Un atardecer allí vale un sueño inolvidable. El Atomium sigue sorprendiendo a pesar de sus más de cincuenta años de vida. Su interior nos transporta a una especie de nave espacial seductora y amable.
   Brujas es una villa de cuento de hadas con pocas hadas y demasiados turistas. Cuesta abstraerse de su éxito pero hay momentos de olvido y satisfacción. Gante es la gran sorpresa del viaje. Su zona histórica es preciosa. Los muelles receptores de tantas mercancias en el pasado conservan un encanto singular coronado por un castillo ideal para jugar a caballeros medievales.
   Bruselas está marcada por las instalaciones de la Unión Europea. Tantas personas de innumerables lugares la han convertido en una ciudad cosmopolita, quizá demasiado. Su afición por el cómic impregna sus calles y nos obligan a sonreír al volver la esquina.
   En la tapa de un barril de cerveza también se puede escribir mucha sabiduría, no se pierdan las fotos.







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