Es una película ambientada en el mundo de la alta
cocina, una coproducción de Alemania, Italia, Austria y Suiza de 2001.
Lo apolíneo frente a lo dionisíaco, el Norte
encuentra al Sur en su trabajo de un restaurante de lujo. La cocinera
fría, rígida, inaccesible y de carácter difícil, expresado de forma delicada,
ve su cocina invadida por un italiano alegre y cantarín, impuntual pero
encantador. Y chocan como dos trenes de mercancías. Los personajes
complementarios han dado siempre excelentes resultados en la literatura:
Sherlock y Watson, Alonso Quijano y Sancho o Tintin y el Capitán Haddock.
Todo ello en una dramática historia con niña
huérfana, donde comprobamos que trabajar en la hostelería y tener una familia
es muy complicado, yo diría que imposible. Los horarios inhumanos de este
gremio no se adaptan muy bien a las necesidades infantiles.
La pasión por la cocina está expresada de forma
magistral en varias escenas. Y, curiosamente, llega a su plenitud en el sofá de un psiquiatra
fascinado por los delirios culinarios de la protagonista. La escena citada es
absolutamente redonda y fascinante, los amantes de la buena mesa nos sentimos
plenamente identificados.
Si rompemos la inspiración de un artista, nos
arriesgamos a que nos clave un cuchillo impregnado de cólera. Y esta teutona no
duda en usar la ira en forma de violencia, cuando un cliente no sabe valorar su
talento. Claro que también se debe a su incapacidad para expresarse. Lo que se
inhibe se pudre. O explota.
La banda sonora no se ha editado en disco,
incomprensiblemente. Es formidable, nada extraño si vemos que la mayor parte es
obra del genial Keith Jarrett. Tengo la relación de canciones, por si a alguien
le interesa. Ah, la versión americana de la película con estrellita incluida no tiene el más mínimo interés.
Apetece ir a comer con Martha, la película nos
defrauda solo por la imposibilidad de que cocine para nosotros. Es el mejor
piropo que le podemos dedicar a una película excelentemente dirigida donde,
como suele ocurrir en estos casos, todos los actores alcanzan un alto grado de
interpretación y de verosimilitud. La alegría de vivir del protagonista se la
transmite a ella, quien solo tiene que buscar en su interior para extraerla, y
a nosotros, que disfrutamos un subidón cargado de energía en la butaca. Quien
posee la pasión por la gastronomía, a la fuerza tiene capacidad para
entusiasmarse por la vida. Y así es.
Gracias por la recomendación, la veo y luego te comento. Elisa. Da gusto con amigos como tú.
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