17 de febrero de 2014

Guadalquivir

   Se ha estrenado el primer documental español sobre naturaleza realizado para la gran pantalla. Eso sí, solo con dieciocho copias, la mayor parte del país no ha tenido acceso a esta joya cinematográfica. Luego dirán que no ha recaudado mucho dinero. Incluso es posible que el Ministro de Anticultura -gracias Bardem- suelte alguna patochada más sobre el cine español antes de su cese. Es una película magnífica con escenas inolvidables, tiene un mérito extraordinario en esta época tan difícil. Un guión fuera de lo común sostiene y realza el largometraje y te mantiene en vilo hasta el final. Delicadeza, belleza, humor. Desde Cazorla hasta Sanlúcar de Barrameda nos muestra con adornos dramáticos la belleza de esta tierra singular. Hace muchos muchos años -demasiados, nos vamos endureciendo poco a poco- que no veía aplaudir al público en una sala de cine. Fue emocionante, más si cabe en estos momentos agónicos para el septimo arte. O quizá fuera por eso.
   A lo largo del Valle del Guadalquivir y de los otros valles y montañas que conforman Andalucía, la gastronomía se une al paisaje y nos ofrece muestras dignas de emoción y de devoción. Desde las sierras occidentales, santuario de unas setas ilustradas y de unas chacinas que pueden empujar a perder el sentido a los más estoicos, hasta la parte más oriental, encontramos cuantiosas sorpresas para andar el camino sin penas. Las podemos combatir con ese pescaíto frito que no cansa nunca o ese marisco delicado que serena el espíritu más turbulento. La ortiguilla es algo único y estremecedor. Y las verduras acicaladas con la sabiduría árabe nos impresionan. Pero al final del Guadalquivir encontramos unos vinos fuera de lo común. Finos, manzanillas y esas otras variedades tan desconocidas en el resto de España, qué pena y qué vergüenza: oloroso, palo cortado o amontillado. Muchos los señalan con vehemencia como los mejores vinos del mundo atendiendo a su precio. Esos blancos sometidos al masaje de las barricas nos ofrecen unos caldos únicos y asombrosos. Y maridan con los productos antes señalados de forma natural e impecable. Ya decía Gregorio Marañón que el gazpacho era un alimento completo, perfectamente adecuado a las duras condiciones climáticas con las que se enfrenta el labrador andaluz en los cálidos meses de verano.  Imposible separar al hombre de su tierra y de su cocina.

 

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